miércoles, 24 de agosto de 2016

ayer mataron al tío de mi alumna de un tiro en la cabeza

y desde que me enteré
pienso en ella que es
malhumorada y bocona
y en todo lo que hago
poco o mucho
llevándole           

                esos poemas cuentos novelas.

pienso en que los uso
en este momento
en que mi alumna llora
a su tío transa muerto
para construir una casa
como la que construía
cuando yo era chico
hecha de almohadas sábanas juguetes
debajo de la mesa del comedor
en lo de mis abuelos.

y esa casa cimentada
que nos contiene a ambos
es todo el amparo

que puedo brindarnos.

corro de la frente de mi papá un mechón de pelo


y cierto goce de sol abrasador
me conmueven.

es la primera vez que viene a visitarme
a la casa en la que vivo hace dos años
y estamos tomando unos mates.

mis ojos se transforman por unos segundos
al contacto de su piel
en dos pequeñas lagunas
como las lagunitas
que estaban del otro lado de la ruta 1003
y a las que me llevaba a pescar
renacuajos y esos peces plateados.

me conmueve y desconcierta
este rostro arrugado y este pelo entrecano
tan parecidos a mi rostro y a mi pelo
al punto de que ya no sé
a quién estoy acariciando.

porque si una pregunta en un poema
siempre es una pregunta retórica
¿por qué el gesto de correr un mechón de su frente
hace que las lagunas desborden y me inunden
de peces plateados y de esta alegría
soleada de siesta     que ya creía perdida?

Selfie con mamá fuera de foco

estoy en la habitación 211 con mi mamá
que está internada desde el sábado
cuando después de comer por tres días seguidos
pastel de papas con la cebolla rehogada en manteca
la bomba le explotó en el estómago por la madrugada
y la trajeron de urgencia
hasta el viejo hospital de morón

y los médicos
luego de diagnosticarle algo relacionado
con la gastritis la vesícula los problemas que no habla
y lo que reniega con los clientes de su colchonería
la dejaron internada y con suero

acostada en la cama desde la que ahora
como lo que siempre fue
una muñequita de hermosos ojos verdes
me cuenta en detalle sus peripecias de internada
hace tres días con sus dos noches

es mi mamá la que está
sentada frente a mí y a ustedes
y a la que miro y dejo hablar

la que se sienta en la cama alta del hospital
con sus piernas colgando
con esos pies pequeños
de princesa sin reino

es esta mamá
que me decía
cuando yo tenía cinco años
que ella estaba cansada de la vida que llevaba
y que soñaba con ser una hormiguita
o una nube        o un yuyo
de esos que crecían a la orilla de la vía
allá en mi barrio Merlo Gómez

es la que me organizaba fiestas
de cumpleaños que siempre terminaban
con ella enojada y yo llorando
porque en un arranque de posesiva pasión
yo no soportaba que jugara
con alguno de mis amigos

es la mamá que me confesó
cuando yo era adolescente
que había hecho un trío con un novio
y con otra mujer

es la que nunca fue
a un acto escolar a verme

es la que se fue embarazada de mi hermana
con su nueva pareja
y que no me llevó con ella
porque su nuevo novio no me soportaba

es la mamá que me dijo
“siempre tenés que preguntar
todo lo que no entiendas”

es la mamá que me dijo
que no le importaba lo que yo fuera
cuando a los quince años le confesé llorando
“estoy enamorado de un pibe
creo que soy homosexual”
y me dijo que lo único que deseaba era
un hijo buena persona
y que eso ya sucedía

es la que hacía gimnasia jazz
escuchando true blue de madonna
con una malla enteriza negra y polainas
y unos rulos hermosos
de una permanente que era mi orgullo

es la mamá a la escuché mil veces
contar todo lo que sentía
y pensaba sobre sus hombres
y es la que me preguntaba cuál
me parecía a mí
que más le convenía

es la mamá que me despide en la puerta
de la habitación 211 
y mientras me abraza me dice:
“pobrecito mi negro
siempre medio arisco
con esta mamá que lo lastimo tanto
y a la que todavía no perdona”

esta mamá       es esa mamá
y al mismo tiempo
ya no es

estamos en el balcón intentando volver a respirar


en el verano agobiante

y mientras cebo unos mates
vos me decís
“tengo ganas de baldear el piso”

tu rostro tranquilo
de pómulos guaraníes
hace que me pregunte
¿cómo puedo amarte
yo que hora a hora
me pierdo pensándolo todo?
¿cómo puedo amar
a un muchacho 
saludador de perros callejeros
que les habla
en ese lenguaje incomprensible
hecho de miradas,
idioma de pequeñas
caricias en el lomo?

y mientras me pierdo nuevamente
en mi eterno soliloquio
el agua que arrojás hacia el piso
el agua fresca y segura
se desliza hacia mí
toca mis pies
te miro
y comprendo

pyahu

para Alfredo


el acento guaraní surge en tu voz
por momentos

surge por ejemplo
cuando los ríos ceden
y te enojás
y tu alma asoma
dulce plañidera con el llanto
de un guyra campana
que no huye
porque está enselvado
y sus alas se enredan
con la exuberancia del verde voraz

surge por ejemplo
cuando sos mi maestro,
y aprendiz en la cama te pregunto
¿cómo se dice mano en guaraní? “po”   
¿cómo se dice dedo en guaraní? “cua”

y mi risa resuena en la habitación
con acordes de arpa
porque el mundo vuelve a ser virgen
después de cuarenta años

Hace días que tengo ganas de estirar mi mano


y guardar un poco del aire
este
que los envuelve
ahora que todavía
los muchachos
me desean

Así
cuando lleguen los días
cada vez menos lejanos
del exilio forzoso
yo pueda hundir  mi mano
en su tibieza
pueda acariciar su dulce aliento
pueda continuar desvaneciéndome

Tinder


¿Ves cómo tratan aquellos muchachos
a sus celulares?
¿Ves las sonrisas cómplices
las miradas tiernas que les dedican?
¿Y cómo suavemente deslizan
sus dedos por las pantallas?
bueno
lo único que pido    hoy
es que esos muchachos
me deseen así
me dediquen las mismas dulces sonrisas
y sobre la pantalla
táctil de mi piel
encuentren la perfecta
aplicación para el amor

Ferrocarril General Belgrano Norte


“Mirá que lindo culo tiene ese
está para hacerle un hijo”
me dice el maquinista
y yo me rio de su guaranga inocencia
mientras sigue hablándome 
observando
arrancando
su locomotora diésel  roja
que le late alegre
como mi corazón
ante cada pibe hermoso
que viaja en sus vagones

quiero ser la mirada del maquinista
orgullosa y prepotente
como los muchachos sin remera
del furgón
que me hacen vibrar
cada vez que nos cruzamos
en los andenes de la estación
en los que sin cesar
subimos y bajamos
subimos y bajamos
subimos y bajamos

soy la vibración del maquinista
que nace en la locomotora roja diésel
trepa por sus musculosas piernas
atraviesa
y vibra en cada obrero
sin que ellos perciban
mis caricias en forma de ondas
que día a día los transportan
y laboriosas los seducen