"Jamás en la vida habría otra tarde tan larga como aquélla."
Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell
a Vivien
La escena no se sostiene.
Estoy frágil y expuesta
en manos de un director
que no sabe cómo hablarme
el reflector no ilumina el sitio exacto
y el apuntador no susurra
las líneas adecuadas
para que nuestros diálogos tengan algún sentido
hace tiempo que mi entrada
no es la correcta
todo llega con retraso
antes de tiempo
pero esto nunca fue tan evidente
como hasta hoy
cuando debiendo entrar en la escena del parto de Melanie
me hallé vestida de tafetán verde
en el porche blanco
de la hermosa plantación sureña que siempre fue mi casa
y en lugar de encontrar a la prima Melie
en la sofocante cama a punto de parir
me encontré con los gemelos Tarleton
cargados de mentiras
como sólo pueden estarlo
unos ojos claros.
Confundida
abrí la boca
para decir mis líneas
buscando alguna frase
que me sirviera para salir del paso
pero las palabras sonaban extrañas de tan jóvenes
y chocaban con el deseo de los gemelos
que en el esplendor de su belleza
sólo se escuchaban a si mismos
mortificada
busqué la ayuda de mi pequeña esclava negra
con la esperanza de que su fuerte hedor
sirviera para conjurar el hechizo
que me mantenía paralizada
pero a mi alrededor sólo encontré a los perros y a los
caballos
de Brent y de Stuart
que hedían también
aunque no de la forma en que lo hace mi negra Prissy
casi sin proponérselo
y hasta con cierta gracia.
Ante la confusión
perdida en el momento
cerré los ojos
y pensé en el amor
que todo lo promete
y que nada cumple
en el amor que cumple con cada uno de nuestros sueños
pero que sin embargo siempre se guarda algo
una palabra o un gesto
por mas que el guionista escriba una y mil veces
todos nuestros diálogos
en un esfuerzo por sostener nuestro papel
un par de escenas más
en una película sin presupuesto
porque en definitiva hay ciertos nombres
que sólo tienen verdadero significado
en lo más profundo de nuestros sueños
cuando dormidos sentimos
el viento prometido
el que va a llevárselo todo
y a la larga nos consolará.
Y con la brisa en mi rostro
ya sintiendo en ese instante
que todo estaba clarísimo
la voz impaciente del director comenzó a gritar
¡Corten! ¡Corten! ¡Corten!
Y me fui del estudio
sola
rodeada de todos mis asistentes
en el cochecito que me llevó a mi camerino
y angustiada
les pedí a Mary y a Patty
que por favor retocasen el maquillaje
mientras fumándo un cigarrillo
esperaba la voz
llamándo
nuevamente al plató.
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